Vomitivo.

Quiero matarlos a todos y que sólo quede la última parte de cada uno, esa misma que suspiró antes de decidir no volverse a enamorar.
Quiero que todos mueran por ser cobardes, por vencerse antes el miedo del desamor.
Que se acabe el mundo, que no existan más humanos incapaces de amar por sobre todas las cosas.

Los odio a uno por uno, los detesto en sus máximas presentaciones de rebeldía. No necesitamos que nos habiten esos corazones rotos y pueriles que se resignaron a no volver a querer. Tanto lugar común habitado por tanta gente inútil que escogió no sufrir cuando al sufrir es cuando más evolucionamos. El amor no duele, estúpidos, lo que duele es el desamor; bien que disfrutan cuando alguien les prueba mediante una puta llamada que no están solos. Putas, putos, cobardes, son todos como puertas de salidas fáciles que permanecen siempre abiertas cuando lo único que quieren, en el fondo, es cerrarse para dejar adentro a ese único otro que sí puede corresponderles por una semana, un mes, un año, una vida. Cuanto asco siento cuando los leo, veo, oigo y percibo huyendo del amor, de esa unión entre dos seres que pueden ser uno en algo menos utópico que la eternidad. Hay que amar, señores hijos de puta, hay que tener muchos novios, muchas novias, hay que arriesgarse sin control y ser capaces de sentir por otro. ¡Egoístas de mierda! ¡Apesta en su Yo amante! Ustedes, apreciados hijos de su puta madre, escogieron vivir de fiesta en fiesta, de boca en boca, de cuerpo en vacío y de eso no hay regreso.

(Pausa lenta, lentísima).

Me odio, como el más niño que pasa de la infancia a la adolescencia; me detesto, me suicido en acciones porque después de dar la pelea por años me descubro energéticamente “obstaculizador” de lo que quiero. Reitero mi ilusión de amar, mi siempre viva fe en el amor, pero por desgracia es de dientes para afuera mi anhelo y quiero morder, quiero tragar, quiero devorar otro cuerpo. Me alejo, me convierto en lo que siempre he odiado y pronuncio lento e inseguro: “quiero estar solo”. Y miento, como uno de ellos, de la escoria a la que me refiero al principio de este vómito, y sigo mintiendo porque aunque lo desee me invento excusas para no dejar que entre otro corazón y me prometa el infierno y baile yo acompañado en el calor del placer de una semana, un mes, un año, una vida.


Soy asco, soy mierda. Dejé de ser yo.


Comentarios

Anónimo dijo…
Te entiendo más de lo que puedas creer, pero lo más vomitivo de todo es quedarse en una relación que te hace sentir más sólo que si lo estuvieras y el hielo tiene más vida que tu corazón.
Todos los seres humanos en algún momento de nuestra vida nos corrompemos por dentro por amar a alguien.
Pero aún tienes la oportunidad de encausarte y volver al camino genuino y ser leal a tus convicciones.
Un saludo. Y adelante.
Anónimo dijo…
Amar también es correr el ego, no es fácil amar Juan. La soledad a veces nos sienta cómoda pero sí es real que vale la pena abrir el corazón tantas veces como sea necesario hasta que sientas aún más comodidad amando que estando sólo. El amor no es sólo electricidad de millones de voltios, es también paz y sosiego. Al menos yo vivia relaciones que me atormentaban y que me llevaban del infierno al paraíso en cuestión de segundos, adrenalina, pasión, dolor, extasis, tristeza, evolución e involucion. Me sentí muy sola amando así. Un día decidí abrir el corazón a una relación dulce y tranquila y no pude creer que eso existía. Fue un amor lleno de paz y de reciprocidad y si bien tuve miedo a la monotonía entendi que si algo había que "trabajar" por el amor era esa la relación que lo merecía. Y soy muy feliz con luces y sombras porque de eso estamos hechos todos, pero feliz en ese trabajo cotidiano que es amar.

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