Despacio que tengo prisa
Estremezco mis dedos antes de digitar. Quizá el sonido de los huesos chocando aliviane este cansancio físico que hoy descansa en un sofá familiar. Pero estoy cansado, aturdido quizá. El hecho de pensar en la máxima extensión del caucho del amor y sus beneficios y sus contrariedades me hace terminar el día con un dolor en el pecho. Aquí, cerca del corazón duele escuchar cómo una mujer se aprovecha del amor del hombre que viaja desde tierras más que lejanas, sólo para verle y sentirle. Ella, diva como siempre, le recibe con dos frases: Quédate, pero yo me iré. ¿A dónde? Pregunta él. –A dormir con otro cuerpo que no es el tuyo- Él, se postra ante ella y de rodillas le pide que no lo deje, que piense bien las cosas, que él espera que duerma bien y que cuando el sol del siguiente día llegue la estará esperando en su cama [la de ella] sintiendo tanto como pueda. Todo en idioma extranjero. Mi confidente y yo, a la luz de un cigarrillo, nos preguntábamos por la existencia de s