Breve reflexión sobre la soledad.
¿Por qué es negativa la primera imagen al momento en que la SOLEDAD se nos presenta? ¿A qué nos enseñaron a tenerle miedo? Crecimos bajo el yugo de la necesidad de compañía. Nadie nos aclaró, desde el principio, que la verdadera necesidad era estar un poco solos. Un poco mucho, un poco siempre. Estar solo es aprender de uno mismo, es volver a uno. No hay placer más grande que la tranquilidad que da la soledad, pero sobre todo cuando esta no cuesta, cuando esta no hiere. Al principio, duele. Se vuelve enemiga sin siquiera conocerla. ¡Cuánto pavor le tenemos! Pareciera que se le teme más a estar solo que a la muerte. Pasa el tiempo, el que todo lo cura, y nos permite entender que nadie está donde no es querido, nos enseña que no hay lugar más cómodo que ése donde no se está rodeado de nadie. La gente va y viene. Nos abandonan, nos dan por omitidos. Pero nosotros también, muchas veces sin quererlo, somos quienes damos pasos al costado y seguimos sin los otros. A veces es u