Lunes.

No me gustan las cosas perfectas porque del aburrimiento huyo. Soy adicto al agua, pero alguien ha tenido a bien cortarla para curar algún arreglo de la ciudad. Buenos Aires es como la Bogotá de los noventa, ignorante en el aseo callejero, lleno de sitios bohemios y sin otro interés que el personal. Y eso no está mal, es sólo que ya lo viví.

Tengo, entre ceja y ceja, escribir una comedia, pero ando sin sentido del humor, soy todo el lugar común de alguien que pretende escribir y hasta eso me harta. No es suficiente ir a la tragedia para hacerla comedia. Es como si buscara hacerme reír a mí mismo, en lo que soy prolijo porque nadie me divierte como yo (egoísmo cínico), pero tampoco lo consigo. Estamos en invierno y el clima se comporta tan bipolar  como los adolescentes que quieren llamar la atención, como cuando uno tenía que ir a una fiesta, pero no lo dejaban; asimismo me pongo una chaqueta y hace sol. No importa, tampoco entiendo el símil o la comparación y eso no es pecado. Si lo fuera, ya lo habría cometido por segunda vez. Con lo que me gusta pecar.

La comedia, iba en la comedia. Si bien hace seis años no me sentaba a escribir un texto teatral, no quiere decir que en cuatro meses lejos de mi ciudad ya lleve una enciclopedia. Pero al menos tengo más ideas, que no se hacen materia y eso sí que es un gran pecado, pero de los que laceran, de los que incomodan ahí en la suela del zapato.

Paso por todos los estados, habidos y por haber, me invento unos, descubro otros. No soy otro que un ser adulto que quiere ser más adulto y más adulto, cada vez más adulto para encontrar la muerte digna que me permita salir de tanta responsabilidad que trae la vida consigo.

Qué pereza, ya digo “¿Viste?” en lugar de “¿Me hago entender?”. Ya reemplazo “Tan chévere” por “Está bueno”. Supongo que soy como la cantante barranquillera de caderas prominentes con voz de chivo que cambia de acento según el contexto (como todos los seres humanos) y eso tampoco es pecado.


Extraño mi madre, mi amiga, mi grupo. Abrazarles y saber que están con vida. Extraño bailar y saber que el Cansancio no existe, que el No Puedo no conoce de latitudes terrenales. Todo va bien, pero podría ir mejor. Ya va a estarlo, mientras siga desayunando huevos fritos o revueltos, despertando con Piaf a la mejilla, todo está bien.

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