Lo Irreprensible
Qué inexplicable resulta la muerte.
Qué contrariedad embarga el hecho de suicidarse. Oscilar entre
la valentía y el ser cobarde.
Qué complicada es la vida que uno no quiere, madre.
Qué difícil es darse cuenta que no se es útil más que arriba
de un escenario y, lo mejor, no querer ser útil fuera de él.
Qué poco hábil es no permanecer en la inercia de los
sentimientos.
Qué sagaz es la suerte al provocarnos con vituperios.
Hay una profecía en mi camino: “cuidaré la muerte de un
hermano de la vida, correré hasta su enfermedad para ayudar a espantarla. Habrá
mucho dinero en mi bolsillo, a mi nombre, sobre mí. Tendré, en la tercera luna,
un cuerpo que no olvidaré jamás porque siempre me abrazaré a él. Saldré en
grandes pantallas hablando en otro idioma”. No puedo esperar, madre, no quiero
hacerlo. Porque impaciente soy y aunque me pierdo en la húmeda Buenos Aires, tengo
claro a dónde no quiero volver: a los brazos de la inutilidad.
Mátame madre, acaba con la poca fe de este cuerpo lánguido. Pero
espera a que termine mi tarea, sé paciente ahora tú ya que yo nunca pude.
Y tú, amor aún inexistente, vuelve tus oídos a canciones
secretas, corre por el mundo mientras te encuentras conmigo porque en cuanto
conozcas mi sabor volverás adicta tu boca, tu figura, tu estirpe. Cabalga,
mientras yo camino. Aquí voy, que ya finaliza la bifurcación del camino y de
frente nos quedará sólo uno. Canta, practica, baila, que luego a mi lado deberás
gozar de resistencia.
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