Wings.

No hay frío, el calor no es mucho, pero de algo sirve la calefacción que me produce recordar su boca.

Tal parece que la vida me muestra la necesidad de fijarme en mí, por primera vez. El poder de relegar mi atención y que se pose sobre planes futuros ahora es mío. He olvidado, he perdonado, he besado, he abrazado, me he lamentado.

La noche es insistente, quiere que me aferre al calor que yo mismo produzco, no a otro. O quizá, a uno que está lejos. Yo a usted le besaría todo el cuerpo, me volvería fanático de sus abrazos, de su calor, de eso mismo que ni usted ni yo sabemos lo que significa ni nos interesa descifrar.
La noche no sirve para más que para reflexionar sobre lo realizado en todo el día. Yo, por ejemplo, acuso que hoy he pensado en usted desde la palabra hasta la omisión.

La misma canción se repite, como en el afán de la adolescencia, y es ahí cuando me descubro sonriendo por imaginar la repetición de estar raspando mi cuerpo con el suyo.

Malditas estas manos que no tocaron lo suficiente, maldita sea esta boca que no se quedó con uno de sus dientes, con un ojo  suyo, con la totalidad de su cuerpo como alimento. Muero por inanición y hasta que no repita no me alimentaré.

¿Qué hará usted? Asustarse sería lugar común.

Cierre los ojos e imagíneme entre sus piernas, que de ahí no saldré.

Comentarios

Anónimo dijo…
Juan por Dios! Lo sentí en el medio de mis piernas,pura expresión del deseo por medio del canibalismo, me quito el sombrero.

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