El alma y el cuerpo.
La playa, el mar, la brisa, la gente, las hormigas que me carcomen por dentro y por fuera, el sol, el calor, la pobreza, la apariencia, los pies hinchados, la soledad, la cabeza, los sentimientos y yo.
Estuve caminando, más de lo que me había propuesto, y me descubrí cansado, agotado de tanto esperar. Escribir es un ejercicio básico y fundamental para mentes débiles como la mía, si no escribo me enveneno.
¿En qué momento dejé de ser egoísta? ¿Desde hace cuánto tiempo mantengo la fe? ¿De quién es la responsabilidad de hacerme sentir como ahora me siento?
Tengo la sangre hirviendo de tanto pensar, de tanto esperar o quizá de tanto corresponder.
Tengo poca claridad de lo que quiero y se ha desdibujado la idea de lo que no quiero. No soporto el egoísmo de las acciones, las decisiones unilaterales, los arrebatos que llegan sin arrepentimiento. Espero. ¿Quiero esperar?
Hay tantas cosas sin trascendencia que ni yo mismo entiendo el peso que quiero sumarle, como si se tratara de la última oportunidad de respirar.
En la vida, hace falta una máquina que nos dé certezas, que nos ayude a ver más allá y a quitarle vida a tanto miedo.
Con ansias de desaparecer y dejar tanta intermitencia o de una ráfaga que me lleve de nuevo a la certeza trato de entender que es necesario enajenarme hasta de mí. Correr lejos, huir, faltar, ausentarme.
La intranquilidad es un veneno y estoy cansado de ingerirlo.
No haré nada, ni siquiera tratar de olvidarme de usted (como me lo pidió) porque eso viene solo y ya pasará.
Estuve caminando, más de lo que me había propuesto, y me descubrí cansado, agotado de tanto esperar. Escribir es un ejercicio básico y fundamental para mentes débiles como la mía, si no escribo me enveneno.
¿En qué momento dejé de ser egoísta? ¿Desde hace cuánto tiempo mantengo la fe? ¿De quién es la responsabilidad de hacerme sentir como ahora me siento?
Tengo la sangre hirviendo de tanto pensar, de tanto esperar o quizá de tanto corresponder.
Tengo poca claridad de lo que quiero y se ha desdibujado la idea de lo que no quiero. No soporto el egoísmo de las acciones, las decisiones unilaterales, los arrebatos que llegan sin arrepentimiento. Espero. ¿Quiero esperar?
Hay tantas cosas sin trascendencia que ni yo mismo entiendo el peso que quiero sumarle, como si se tratara de la última oportunidad de respirar.
En la vida, hace falta una máquina que nos dé certezas, que nos ayude a ver más allá y a quitarle vida a tanto miedo.
Con ansias de desaparecer y dejar tanta intermitencia o de una ráfaga que me lleve de nuevo a la certeza trato de entender que es necesario enajenarme hasta de mí. Correr lejos, huir, faltar, ausentarme.
La intranquilidad es un veneno y estoy cansado de ingerirlo.
No haré nada, ni siquiera tratar de olvidarme de usted (como me lo pidió) porque eso viene solo y ya pasará.
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