Somebody That I Used To Know.
Me he dicho varias veces que esta soledad es un estado temporal, pero no me escucho. Cada palabra que pronuncio cae al suelo por su propio peso, sin llegarme al oído. La tristeza se está convirtiendo en mi mayor vicio.
No había que invitarme a un par de cafés, porque usted bien sabe que detesto el amargo dolor que me causa, es la gastritis la que me reclama. Hubiera hecho bien simplemente con morderme los labios sin preludios de cortesía. Ahora que pienso que todo se acabó, me aferro a los hechos que ya no son porque me da más miedo no sentir nada que sentirlo todo por usted. No es de mi interés la sensación de vacío. Debo sentir antes de ser capaz de suicidarme a causa del aburrimiento. Quizá ya ni sienta nada por usted y se trate simplemente de la necesidad de estar pensando que pienso en alguien que ya no piensa en mí, crear un amor imaginario para no sentirme hablando solo. Me convertiría quizá en un mitómano, pero no en un ser común y corriente.
No detesto su boca porque de ella aprendí a decir correctamente su nombre. Me resultaría insulso sentir repulsión por su cuerpo porque gracias a él entendí la organicidad de lo asimétrico, eso de lo que tanto hablaban mis maestros. Ódieme usted por no ser capaz de obligar a mi cuerpo a tocar otras piernas, pronunciar otros apellidos, escúpame por vendarme los ojos y jugar a las escondidas con el resto del mundo. Debería yo estar entre sábanas compartidas, fluidos ajenos, bocas lubricadas por mi saliva, manos llenas de mis sustancias viscosas, pero opté por el celibato, como el más imbécil de los mortales.
El amor es un lugar común que muy pocos habitan y el desamor se convierte en el destino turístico de moda. Me niego a habitar cualquiera de los dos, prefiero quedarme en el limbo hasta que todo pase.
Ya he perdido la cuenta de las veces que me he imaginado la anhelada cena de reconciliación, donde lo que menos me interesa es el plato fuerte. De vez en cuando me sueño con lagartijas, olores a tabaco, con su perfume asfaltado. Usted viene de la calle y es a la calle a donde pertenece, no debió haber entrado a mi casa, cerrar la puerta, tragarse las llaves y huir por la chimenea después de tocarme. De ninguna manera pensaré en cohabitar su mundo porque no tengo cabida en él, eso todos lo sabemos. Es el amor imposible, amor, ese mismo que es sinónimo de lo eterno, porque nunca se cumple.
Yo sí creo en el amor, él es quien no cree en mí y mi fe en él ni es común ni es corriente. No soy, de ninguna manera, el más diferente de los seres, tampoco fui creado por los dioses agregando perfección a la humanidad, quizá soy simplemente alguien que usted solía conocer. Pasaré por otras vidas, repitiendo la historia, segregando mi cuerpo.
Pero no me crea del todo. Me estoy preparando muy bien. Aprovechar mi tiempo sin tener que compartirlo con alguien más se me está volviendo en constante y la disfruto, me aprovecho de eso. Me invento cuanta cosa puedo, me la invento tan bien que hasta me resulta difícil diferenciar entre la realidad y la fantasía. Invento desamores para que con la tristeza llegue la creatividad. No me juzgue, es mi manera. ¡Espere!. Júzgueme, hágame sentir mal por rogarle algo que no me dará: la razón.
Ahora dígame: ¿Qué se siente ser un personaje inventado y que le escriban palabras que ni siquiera usted sabe que son para usted? Ahora, tenga la amabilidad de releer con cuidado. Serán las últimas palabras que escribiré para usted y su desdicha.
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