La predisposición mató al gato.
Querido(a) lector(a): No pido disculpas por las líneas sin sentido, a continuación compartidas. Si dio click, sabe a lo que se atiene.
Los domingos no se muestran como los más agradables días. Trastearme en festividades decembrinas ha sido la peor idea que he podido tener en mis cortos, pero largos, 31 años. El frío de este lugar es imposible para una sola persona, el jacuzzi espera ser habitado por un peso mayor a mis 60 kilos, los cuartos no tienen puerta, el arquitecto tuvo a bien imaginar un apartamento de soltero o quizá para un soltero que no tema mostrar lo que los demás ocultan, la pequeña ducha ya me queda grande. Tengo tanto miedo como ganas de acabar de escribir esta baratija.
He conocido en esta semana a una mujer gruesa, con un lunar de adorno en su mejilla izquierda, una voz bastante delgada, infantil, crédula de las letras que canta, pero sobre todo enamorada. Me quedo fijo, mirando cómo interpreta: le duele el sentimiento.
Nunca pensé que me doliera el hecho no tener a alguien que me duela. No me reconozco entre soledades y fríos de un octavo piso. En menos de tres minutos me arrepiento de mis pensamientos, caigo en cuenta o quizá la pierdo y decido despotricar sobre esta invención humana de la que hablo: EL AMOR.
¿Por qué, señorita Carla Morrison, construye canciones de amor si ya somos más los que no pertenecemos a esa mentira? ¿Miente usted? ¿Estoy yo del lado de la mentira o de la verdad? ¿Por qué mi afán por ubicarlo todo entre cánones que ni yo mismo quiero para mi vida?
Hace poco sostuve, en una de mis charlas fiesteras, que si cualquier ser humano llegaba a la treintañez sin estar enamorado era muy improbable estarlo después de tal edad. (Ya empecé a creer otra vez, debo sacudirme la cabeza y retomar la NO idea)
Hay una soledad que se niega a estar acompañada. En el colegio “enseñan” que menos más menos da más. Lo más aquí es la ausencia.
Ya estoy cansado de cubrir tanto miedo con sonrisas adornadas por whisky, frases digitadas en redes sociales que hacen la mentira popular. He comprado una cama doble para compartirla con mi alter ego y realmente no es lo que quiero. Perdónenme, amigos de la sociedad fiestera de solterones. Ya no lo quiero. Ese realmente no es el problema, el problema es querer y que no pase. La predisposición mató al gato.
La cara duele, ya se ha impostado mucho tiempo. Tarde o temprano terminaremos aceptando que la ausencia duele, en cualquiera de los lenguajes. No es nuestra culpa, fuimos criados por ambientes llenos de nostalgia, nos obligaron a crecer en la mentira del amor. O somos muy cobardes y no hay aceptación o no somos lo suficientemente valientes para cargar una responsabilidad más.
Dicho esto, lancen su primera piedra, la espero en la cara, el corazón ya lo entregué y no me lo devolvieron. PUNTO FINAL
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