Esta habitación encerrada por árboles
Y por qué he de escribir grandes figuras literarias mientras la ciega noche me llena de soledad y vestigios. No seré yo un poeta maldito a quien sin azar la estructura narrativa acompaña. Menos intentaré comprender el lenguaje musical del verso que galopando se interpone en las palabras. No pretendo negarme en la tragedia del protagonista vacío y sin rumbo.
No quiero. No deseo. No me impongo… Mientras usted, amor ausente/invisible, no sea constante transeúnte de mi cama.
Un cigarrillo, su voz de fondo que ambienta y calienta el ambiente frío de mi ciudad. Amarle se ha hecho especial, aunque no esté aquí. Me detengo, me permito escuchar introspectivamente los latidos del corazón cuando su imagen atraviesa mi imaginación y la vuelve de colores, escucho atentamente y descubro que el ritmo se acelera y entra en melodía constante, sonante… dinámica.
¿Quién no ha amado con miedo a caer? Y si caigo será en el prado que me ha construido. Un par de algodones verdes fluorescentes detienen esta caída por ausencia ajena. Para usted, amor, la ausencia soy yo.
Y arriesgo todo, me arriesgo a amarle a solas para volverle a ver, a contar las horas para volver a oler su piel, a cantar canciones a todo pulmón para que mi voz traspase fronteras y llegue directo a su pecho, el mismo que amo acariciar.
Me entrego a su tranquilidad porque es allí donde me ubico seguro y en paz.
Me entrego a su esperanza porque es allí donde no debo llevar pasaporte.
Me entrego a su respirar porque es allí donde se despide el olor más atractivo.
En esto, amor, igual que en la muerte: ya no hay nada que hacer.
Abrazarle eternamente sería poco deseo para lo que la vida, por obligación, ha de concederme. Sabe muy bien mi conciencia que usted despierta las ansias de vivir con el corazón sonriente. Suave y dulce música de su voz, de su aliento.
Es usted quien con su mirada me devuelve la paciencia.
De alguna manera trato de decirle que nunca olvidaré cómo me hablaba sin decirme nada. Deme las palabras pero no diga nada, sólo hágame sentir. En cambio yo, escribo directamente pues entre estas líneas sólo estamos usted y yo. Y sacrifico a los dolientes de esta unión pues ya fue su tiempo, su época, su día. Es nuestro turno. Es el nuestro y somos nosotros quienes tomamos el barco hacia la tierra del siempre amar.
Y es esta espera, amor, la que alienta el deseo.
Es la distancia la que sirve para conocernos.
Es este vino el que me hace susurrar su nombre.
Es esta nueva manera de quererle lo que mantiene viva la algarabía en mi cuerpo.
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