La Pubertad del U N I C O R N I O

El unicornio como único en su especie sin par es uno de los animales que se nos presenta en forma de caballo blanco [en la mayoría de las veces], acompañado de una bella asta en el medio de su frente. Muchos autores acribillan la idea de lo terreno en él sumándole un par de alas puntiagudas a cada costado. Otros, por su parte componen canciones al animal existente e inexistente en marca de pantalones o figuras plasmadas en lienzos extraviados. 

La particularidad del unicornio es lo que llama mi atención. ¿Cómo un espécimen de este grosor, fuerza y vitalidad puede ser humano, sensible y presente? ¿Tan celestialmente terrenal? Si viéramos el retrato de uno de ellos podríamos pensar en la imposibilidad de tenerlo cerca, en el NO lugar de encuentro con uno de ellos. En lo utópico que resultaría su relinchar. 

Yo vivo con uno de ellos. Le conozco en forma de mujer. Siendo más específico, puedo asegurar que aún es una pequeña niña con cabello tan rizado como el mismo enredo se lo permite. Le conocí porque es familia de una pequeña pingüina a quien tuve en mis brazos de profesor hace algún tiempo y que ahora vuelve a mí. Ella, la pingüina, me trae en su regazo al unicornio al que me refiero.

Este unicornio, toma entre sus patas delanteras la vida de quien se encuentre en Hades del sentimiento y lo hace origami. Es un artista de la vista, del movimiento y de la palabra. No pertenece a su generación. Y me detengo a aclarar mi concepto porque si bien es sabido que las generaciones avanzan, en la que él se encuentra no es la más adelantada. Él debió haber nacido en la mía o por allá en la década de los 60’s [sin decir que todo tiempo pasado fue mejor, cosa que reprocho constantemente], donde la negligencia del entorno era poco o al menos no tan notoria. Pero la mierda ha existido desde antaño. Quizá su tarea sea ser único como sólo él puede.

Las luces orientales se encienden cuando inicia su recorrido.
La piel se eriza cuando su musical desplazamiento se hace materia.
La idea de gozar de su arte es gelatina apetecida por este organismo mío.
La eternidad se aleja cada vez más, significando que el camino es más largo
Así que en mi rostro se dibuja una sonrisa porque nos queda más por recorrer.

Tengo pocos y tantos hijos nacidos de mi corazón de artista. Que seguramente me sorprenderán con sus ataques de envidia y celos cuando lean estas líneas y no se identifiquen con el unicornio. Pero el espectáculo vale la pena: Es este el nacimiento de otro de ellos, ni más ni menos importante que los demás. A este le pondré: Unicornio.


Sin importar la coherencia o la pertinencia de sentido en este escrito, como en todos los que aquí aparecen, siéntase usted robado [a], he quitado algo más de su tiempo.

Comentarios

Anónimo dijo…
:')..
Me fui.
Anónimo dijo…
unicornio, unicornio, unicornio....

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