¿De quién es la culpa?
Como no querer que se repitan acciones y que las reacciones sean las mismas. De un tiempo acá me he caminado a hablar con mi corazón. No me he sentado a hablar con él porque cuando me siento reposo y quiero vértigo. Hemos discutido sobre la cantidad de sangre que bombea cada vez que mis ojos miran hacia el horizonte y lo ven tan infinito. Hemos hablado, también, de los latidos que aumentan cuando mi caminar se convierte en trote o desplazamiento intensamente ágil y veloz. Hemos hablado de tantas “organicidades”. Pasa un buen tiempo entre tanta conversación. A veces un saludo viene o va. De cuando en cuando pregunto ¿cómo vas? Y responde latiendo normalmente, sin palabra alguna.
Cuando el silencio se hace música y no hay más por hacer que mirar a mi corazón fijamente, los dos sabemos que no hay más que preguntar, porque si seguimos tan quedos seguramente tanto él como yo nos encogeremos de miedo. - ¿Y el amor, corazoncito? - Pienso. Un par de aguas saladas desbordan los ojos grandes, que permanecen saltones porque no se acostumbran y siguen sorprendiéndose. Es un símbolo de un dolor que se transforma en escudo. - ¿Estás dispuesto a arriesgar? – Pienso por segunda vez, pero él se comporta distante, se aleja de la conversación y sigue escuchando las melodías que el aparato digestivo le proporciona.
Mi corazón está enfadado conmigo porque he permitido que lo deshagan y se comporta como una mascota a la que se acaba de regañar. No me dirige la palabra porque he sido yo el único culpable del maltrato hacia él. Casi no me recibe cuando le doy de comer porque está dejando de creer. Sin embrago, callo, pienso y explico: No ha sido mi culpa, sino de mi inocencia y las ganas ciegas de hacer sentir. No ha sido mi culpa sino de estas ansias de bailar un tango. No ha sido mi culpa, sino del cuerpo infinito que se ha presentado ante mí en 4 formas y se ha desfigurado en sus distintas versiones. No es mi culpa, es su voz femeninamente soñadora que me hace pensar y derramarme en lágrimas porque aún me siento débil. Porque reconozco en su voz a Feist y en Feist a mí. Abuela-Madre-Hijo.

No reclamo a nadie. Nadie que está aquí tiene culpabilidad alguna. Es uno de los puntos bajos de la montaña rusa. Cat Power tiene la culpa. Y se le acusa de disparar directamente en el recuerdo, revolverlo y desordenar lo que ya estaba hecho. Aunque no logró reanimar ningún sentimiento positivo [porque ya no existen] en su intento alcanzó la lágrima como punto de ebullición. Se declara a Cat Power, culpable. Su condena: Cantar para siempre en mi oído.
Comentarios
Hermosa analogia la mia... tierra y mar !!! Bueno pues asi es esto cuando se te revuelven los recuerdos, todas esas fotografias de la mente.. vas al mar y te sumerges en su delicia tan rapido como caes en el pavimento sin casco alguno, pero tambien con algo de su delicia! Amor, amor.. sera mejor que huyas, pues de alcanzarte tendras que olvidarte de tus andanzas y quedarte conmigo para tomar cientos de fotografias memorables; bien sea por la belleza o la crudeza de las mismas!! Que bueno leerte juan... despiertas las palabras de muchos..activas las falanges...duermes el silencio en el cerebro!... gracias !!!!