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He decidido prontamente hacer caso omiso a los convencionalismos. A veces se piensa en el artista como el ser extraconvencional, extraordinario, extracotidiano.
Hoy por hoy peleo fuertemente con no ser víctima de mi edad y caer en el afán de la rutina que absorbe por horas a mi generación.
En ocasiones es mejor no estar solo que morir en el intento. ¿Por qué no probar otros lenguajes? ¿Por qué vivir a la sombra de algo que ya no está?
Cuando se guarda el recuerdo de un pasado que aún lastima resulta imposible, por más que se intente, ser capaz de liberarse. Yo lo estoy, y es tan tranquilizante: el duelo ha sido convertido en amistad, en mirada de confianza y en contacto impasible.
Ahora que miro mi cuerpo pruebo y compruebo que no tengo miedo de andar desnudo por mi casa. No vengo de un lenguaje o de una enseñanza como la tuya. No es el cuerpo lo que hace mi imagen, yo soy cuerpo, mi propio instrumento. No te avergüences si me ves caminando de la cocina a la habitación sin un solo retaso de tela cubriendo mi delgadez, figura dispuesta a tus manos, que intenta destacar en ti lo que otros no pudieron.
Estar a la sombra de otro no sería lo más conveniente en mi momento, pero corro el riesgo, me entrometo en una historia de la cual ya no soy el protagonista, empuño mi arma y me lanzo a la batalla. No es por ti, es por mí.
Esa noche, cuando sin quererlo las lágrimas caían de esos ojos, yo pensaba: la paz se apodera de mí, ya no duele ese pasado, ya el sentir el desprecio no hiere, nunca dolió. Pero tú estás en esa situación. Y yo: LIBRE. Admito mi egoísmo y debería estar preocupado por eso, pero sólo puedo pensar en que ya no me lamento, ni recuerdo, ni extraño... sólo vivo.
Regla básica: Vivir lo que se respira en el momento. Aún soy un joven pequeño que no sabe qué escribir, ni que pensar
Cada diez segundos respiro y cuesta trabajo que no duela el pecho. El exceso de nicotina llama la atención y pasará como todo lo que te hace daño: hasta el límite del placer, luego huir y no regresar.
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