_ _ _ _ dad
Escribo las líneas porque ya estoy harto de no poder dormir y descansar… debo sacarlo, como cada ocho días hay que sacar la basura.
Esta maldita ansiedad de borrarte. Ya no eres tan frecuente, vas pasando, pero no te quedas.
Llega el fin de semana y las horas se extienden más de lo que deberían hacerlo un jueves.
No, al parecer no tocaré un cuerpo distinto al mío dentro de mucho tiempo. Trabajar de lleno, como la más inocente de las tías, se refugia en el trabajo para olvidar o esquivar la soledad. Pero llega el fin de semana.
Mi curiosidad tendió una trampa a mí razón, y por tres segundos maltraté mis ojos viendo esa imagen, de fondo la puerta de entrada a tu casa. No termino de entender. ¿En qué momento las emociones tomaron el control de esta vida? ¿En qué momento dejé de ser amado? ¿En qué momento la repulsión por ti se hizo necesidad?
Hace poco una mujer no extraña escribía un mensaje: ‘vas a pagar mis lágrimas, tu desamor y la manera de olvidarme’. No, tampoco se trata de eso y, aunque lo piense, sí… duele el alma, el último rincón del cuerpo, el dedo más pequeño… duele imaginar justo la hora y el momento en que dijiste “no” a mi posibilidad.
La noche de ayer viajé en un taxi, la emisora que acompañaba la soledad del conductor tocaba canciones de calaña despecho. El lugar equivocado: el mundo intenta no dejarme en paz con tus vestigios y tus recuerdos, pero yo soy más fuerte que una emisora radial. El cantante era mexicano: “Que seas muy feliz, mientras que yo te sigo…”.
Mis días han cambiado desde que acepté lo que debo sentir.
No es este un diario de reflexión, no es una bitácora donde te informo cómo estoy o cuál es mi posición en este momento. Es sólo que escribo porque sé que entras y lees y te gusta saber cómo me siento, si le escribo a otra persona o si me dibujo feliz en una foto con un rostro que no sea el tuyo. Lo sabes, lo sé, porque aún contrarrestas mis mensajes… aún te tiembla el cuerpo cuando acerco mi cuerpo al tuyo, siento cómo respiras mi nombre y no eres capaz de mantener tu mirada, porque sabes que aún sientes algo y te lo niegas de la manera más cobarde que jamás había conocido, mientras yo sólo lo dejo pasar… sólo dejo que este cuerpo mío respire su propio aire y que nadie lo consuma, como sí están haciendo contigo, justo en la casa de tu madre.
Por acá, señor. ¿Cuánto le debo? No, mejor devuélvame al lugar donde me recogió. Sí, por los puentes es mejor, la avenida Cali debe estar atestada. Es mejor así, por mí…
Esta maldita ansiedad de borrarte. Ya no eres tan frecuente, vas pasando, pero no te quedas.
Llega el fin de semana y las horas se extienden más de lo que deberían hacerlo un jueves.
No, al parecer no tocaré un cuerpo distinto al mío dentro de mucho tiempo. Trabajar de lleno, como la más inocente de las tías, se refugia en el trabajo para olvidar o esquivar la soledad. Pero llega el fin de semana.
Mi curiosidad tendió una trampa a mí razón, y por tres segundos maltraté mis ojos viendo esa imagen, de fondo la puerta de entrada a tu casa. No termino de entender. ¿En qué momento las emociones tomaron el control de esta vida? ¿En qué momento dejé de ser amado? ¿En qué momento la repulsión por ti se hizo necesidad?
Hace poco una mujer no extraña escribía un mensaje: ‘vas a pagar mis lágrimas, tu desamor y la manera de olvidarme’. No, tampoco se trata de eso y, aunque lo piense, sí… duele el alma, el último rincón del cuerpo, el dedo más pequeño… duele imaginar justo la hora y el momento en que dijiste “no” a mi posibilidad.
La noche de ayer viajé en un taxi, la emisora que acompañaba la soledad del conductor tocaba canciones de calaña despecho. El lugar equivocado: el mundo intenta no dejarme en paz con tus vestigios y tus recuerdos, pero yo soy más fuerte que una emisora radial. El cantante era mexicano: “Que seas muy feliz, mientras que yo te sigo…”.
Mis días han cambiado desde que acepté lo que debo sentir.
No es este un diario de reflexión, no es una bitácora donde te informo cómo estoy o cuál es mi posición en este momento. Es sólo que escribo porque sé que entras y lees y te gusta saber cómo me siento, si le escribo a otra persona o si me dibujo feliz en una foto con un rostro que no sea el tuyo. Lo sabes, lo sé, porque aún contrarrestas mis mensajes… aún te tiembla el cuerpo cuando acerco mi cuerpo al tuyo, siento cómo respiras mi nombre y no eres capaz de mantener tu mirada, porque sabes que aún sientes algo y te lo niegas de la manera más cobarde que jamás había conocido, mientras yo sólo lo dejo pasar… sólo dejo que este cuerpo mío respire su propio aire y que nadie lo consuma, como sí están haciendo contigo, justo en la casa de tu madre.
Por acá, señor. ¿Cuánto le debo? No, mejor devuélvame al lugar donde me recogió. Sí, por los puentes es mejor, la avenida Cali debe estar atestada. Es mejor así, por mí…
Comentarios