Palabras más, palabras muchas más

No puede evitar escabullirme de mis labores y abrir este documento. Fue un impulso nacido desde anoche, casi no puedo dormir, mis dedos estaban gritándome que no querían descansar, sólo querían servir de medio para que mis pensamientos encontraran forma en palabras escritas a computador.

Me acosté más tranquilo, quizá vencido por la maravillosa historia de Sylvia Plath. Creo que fue un absoluta imbécil (con todo respeto Sra. Plath), me refiero a usted de esta manera porque a mí parecer usted no supo derrochar su inteligencia humana, animal y amante. Espere, hago un alto en mi escrito... ¡Disculpas! Sra. Plath, ruego a usted mil disculpas. No, definitivamente hizo usted lo que era debido: de lo bueno poco. De no haberse suicidado seria ahora una poeta y escritora cualquiera no digna para que un colectivo de teatro colombiano dedicara todo un montaje a su vida y obra, amor y muerte. De no haberse muerto YO no estaría alucinado con lo poco que he podido, desde ayer, consultar sobre usted y seguramente estaría anonadado con una que otra patética poetisa de mis días.

Decía o mejor escribía en el primer párrafo que anoche me había resultado bastante complicado conciliar el sueño. No fue por causa de una tristeza, sino mas bien un resultado de imágenes caóticas y pintorescas de mi vida, de lo que he hecho y lo que no, de lo que he vivido y de lo que otros han vivido por mí.
No soy poeta, ni quisiera serlo, qué frustrante resultaría ir vendiendo inciensos por la calle para intercambiar una moneda que no llegaría jamás a darle valor a lo que escribo. (Se preguntaran por qué ese aire ególatra en mi escrito. Respuesta: La Sra. Plath, Sylvia Plath me lo hizo ver en la voz melodiosa de una mujer que visitó ayer mi casa y compartió conmigo su inquietud). Imaginan ustedes que hubiera terminado postrado en las calles recitando mis poemas (jamás escritos), al lado de una vara de bambú (para darle un toque más... bohemio al asunto), pelo largo, aire de soñador perpetuo e inmortal, camisa a cuadros, pantalones de un sólo tono y ojalá ceñidos a mis delgadas piernas. (Risa macabra por parte del autor) ¡Nunca! ¡No lo busqué! Error, ahí no está la bohemia de otrora. Ese no es el artista que vaga errante por la ciudad compartiendo su HARTE. Claro, no afirmo que como soy sea la manera más digna o artística para SER artista, de hecho no lo soy, ya se me pasó la edad para serlo. Nunca fue mi intención. Mucho menos ahora que me ahogo en la rutina de un sistema escolar, aquí no puedo... sólo estoy ahorrando.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

A una lectora prontamente NO ausente.

Me dio.

De cómo me rescató Marcel. (Versión breve).